sábado, mayo 27, 2006
Hacer El Amor
La sociedad en la que vivimos nos ha expuesto e impuesto, una idea del amor que a criterio del que escribe es parcialmente equivocada.
Nos enseñan desde pequeños que el amor es el sentimiento perfecto por excelencia; paralelamente en el entorno, escuchamos frases alusivas al amor como: “una rosa con espinas”, “un camino accidentado hacia el paraíso” e infinidad de metáforas; que dibujan al amor como una conjunción de dos personas que comparten situaciones, que se entregan mutuamente y que sufren para llegar a una felicidad ¿eterna?.
Luego de estudiar el concepto de Felicidad, llegué a la conclusión de que ésta es un estadío en el cual nos sentimos realizados; por lo general pasajera y variable; sin embargo la felicidad es tan elástica que se puede prolongar “por los siglos de los siglos amen” o “hasta que la muerte los separe”, claro que esas felicidades prolongadas al máximo, sólo las hemos visto en cuentos como “Blancanieves” o “Rapunsel”.
Todo este preámbulo irónico me motiva a presentar mi idea de amor: “El amor eterno es posible, sin sufrimientos excesivos de por medio; siempre y cuando se vea al amor como un acto donde prime la razón sobre el sentimiento”.
Muchos escritores han opinado al respecto, han planteado ideas sobre el equilibrio emocional, sobre el origen del amor en el mundo e infinidad de ideas creadas ante la necesidad de respuestas.
Sin embargo para mi, una de las majestuosas metáforas acerca del origen del amor bi-personal, es la que plantea la cultura Griega a manera de leyenda, que dice: “Los seres humanos fueron en los orígenes dos personas en un solo cuerpo, con dos cabezas, cuatro brazos y cuatro piernas.
Rebosantes de satisfacción y en una integración perfecta, andaban extasiados de un lado al otro y se sentían capaces y deseosos de hacer casi cualquier cosa. Eran orgullosos y arrogantes, y tenían una fuerza y vigor formidables.
Así fue que se atrevieron a atacar a los dioses. Zeus (el dios supremo por entonces) no quiso eliminarlos sin más pero los separó en dos, con lo cual les restó poder y felicidad, y los condenó a pasar su vida ansiando el momento de reencontrarse con su otra mitad”.
“Cada mitad anhelaba encontrarse con a otra mitad, de la cual la habían separado. Cuando lo hicieron, se dieron un abrazo muy fuerte, desesperados por volver a unirse, y así acabaron dejándose estar y muriendo de hambre, pues sólo se preocupaban por estar juntos.
Al morir un miembro de par, el que quedó solo salió a buscar a otra pareja, que podía ser la mitad de un todo femenino (lo que hoy conocemos como mujer) o masculino”.
Data de esa época, entonces, el amor innato que los seres humanos sentimos por el prójimo, el amor que nos lleva a querer fundir dos seres en uno y regresar a nuestro estado primitivo.
Queda claro que todas las sociedades buscaran una respuesta a la incógnita del amor y la seguirán buscando hasta el día del juicio final.
Nos enseñan desde pequeños que el amor es el sentimiento perfecto por excelencia; paralelamente en el entorno, escuchamos frases alusivas al amor como: “una rosa con espinas”, “un camino accidentado hacia el paraíso” e infinidad de metáforas; que dibujan al amor como una conjunción de dos personas que comparten situaciones, que se entregan mutuamente y que sufren para llegar a una felicidad ¿eterna?.
Luego de estudiar el concepto de Felicidad, llegué a la conclusión de que ésta es un estadío en el cual nos sentimos realizados; por lo general pasajera y variable; sin embargo la felicidad es tan elástica que se puede prolongar “por los siglos de los siglos amen” o “hasta que la muerte los separe”, claro que esas felicidades prolongadas al máximo, sólo las hemos visto en cuentos como “Blancanieves” o “Rapunsel”.
Todo este preámbulo irónico me motiva a presentar mi idea de amor: “El amor eterno es posible, sin sufrimientos excesivos de por medio; siempre y cuando se vea al amor como un acto donde prime la razón sobre el sentimiento”.
Muchos escritores han opinado al respecto, han planteado ideas sobre el equilibrio emocional, sobre el origen del amor en el mundo e infinidad de ideas creadas ante la necesidad de respuestas.
Sin embargo para mi, una de las majestuosas metáforas acerca del origen del amor bi-personal, es la que plantea la cultura Griega a manera de leyenda, que dice: “Los seres humanos fueron en los orígenes dos personas en un solo cuerpo, con dos cabezas, cuatro brazos y cuatro piernas.
Rebosantes de satisfacción y en una integración perfecta, andaban extasiados de un lado al otro y se sentían capaces y deseosos de hacer casi cualquier cosa. Eran orgullosos y arrogantes, y tenían una fuerza y vigor formidables.
Así fue que se atrevieron a atacar a los dioses. Zeus (el dios supremo por entonces) no quiso eliminarlos sin más pero los separó en dos, con lo cual les restó poder y felicidad, y los condenó a pasar su vida ansiando el momento de reencontrarse con su otra mitad”.
“Cada mitad anhelaba encontrarse con a otra mitad, de la cual la habían separado. Cuando lo hicieron, se dieron un abrazo muy fuerte, desesperados por volver a unirse, y así acabaron dejándose estar y muriendo de hambre, pues sólo se preocupaban por estar juntos.
Al morir un miembro de par, el que quedó solo salió a buscar a otra pareja, que podía ser la mitad de un todo femenino (lo que hoy conocemos como mujer) o masculino”.
Data de esa época, entonces, el amor innato que los seres humanos sentimos por el prójimo, el amor que nos lleva a querer fundir dos seres en uno y regresar a nuestro estado primitivo.
Queda claro que todas las sociedades buscaran una respuesta a la incógnita del amor y la seguirán buscando hasta el día del juicio final.
Autor: Kenneth H. Felipa Moreno.